Desde hace ya muchos meses, se ha visto muy notoria la presencia, creciente, de gente pidiendo e incluso otros vendiendo luego en la glorieta ubicada entre las avenidas Patria y Acueducto, así como en sus inmediaciones; en Zapopan, Jalisco, México.
Esto, por supuesto, ha generado diversos problemas, como el de la molestia de que algunos de ellos lo hacen sin respeto a los automovilistas, la gran cantidad de basura e incluso excremento que dejan sobre la glorieta, y el hecho de que algunos de ellos llevan o han llevado niños muy pequeños, que se atraviesan entre los vehículos, exponiendo su vida e integridad.
Pero hay al mismo tiempo otros problemas, mucho más serios, que muchas de estas personas están generando a diario, como aquí relataré en cuanto a lo que yo he visto y padecido, cada día peor.
La primera vez que, por mi labor en defensa de los derechos humanos de los indigentes, fui a pedir donaciones en ese lugar, fue el 16 de octubre de 2022. Respecto a lo cual hice al día siguiente una publicación (y después una serie de muchas otras) en este mismo blog:
Delictuoso acoso del Gobierno de Zapopan en mi contra
Ese día no vi absolutamente a nadie más pidiendo ni vendiendo por ahí, y, pese a haber sido un domingo, de inmediato llegó un elemento de la Dirección General de Inspección y Vigilancia de Guadalajara a conminarme, con insistencia, a que me fuera del lugar.
De inmediato lo denuncié, porque entre los varios delitos y faltas administrativas que cometió, estuvo además el de que ni siquiera le correspondía a él ese lugar en que yo estaba, por pertenecer, ese nodo, a Zapopan.
Pero tan solo un día después, llegó otro inspector, esta vez de Zapopan, a conminarme y amenazarme también por lo mismo, de forma también ilegal desde luego, y de inmediato puse las denuncias necesarias en su contra.
En los días y semanas siguientes, llegaron también policías, municipales y luego estatales, ha incurrir en los mismos delitos y faltas en mi perjuicio, y los denuncié enseguida.
Por tales ilícitos cometidos por múltiples servidores públicos hasta la fecha, he interpuesto muchas denuncias y quejas, contra gran número de ellos, y he hecho múltiples publicaciones, en este blog y en Twitter (ahora X).
En los primeros días de mi llegada a ese lugar, para mí fue muy notorio que había a tan solo a unos metros de allí varios inspectores vigilando, permanentemente, fijos en la zona, y corriendo del lugar a quienesquiera que llegaban a pedir o vender por allí.
Desde entonces, sin embargo, conforme ha pasado el tiempo, han ido llegando al lugar, poco a poco, otras personas, aprovechando la oportunidad de que los inspectores y la policía ya no les dicen nada.
Entre las cosas que considero importante aquí aclarar, están las siguientes:
1. En ninguna de mis denuncias, legales y públicas, y quejas al respecto, he procurado defender los derechos de tales personas a realizar dichas actividades, y mucho menos en cuanto a los casos en que muchos de ellos parecen estar cometiendo muy serios ilícitos, y en cuanto a algunos no tengo ninguna duda, puesto que los he sufrido directamente.
2. Lo primeramente dicho antes, debido a que en mi concepto y objetivos de progreso para las personas en situación de calle, no está el fomento ni incremento de tolerada a la mendicidad. Sería muy conformista, y hasta mezquino, un objetivo como este. Y lo segundo, porque, por supuesto, estoy en contra de todo delito y abuso.
3. Quienes piden allí, además, no son indigentes en su gran mayoría. Una gran parte de las personas que piden dinero, según he constatado por mí mismo (aunque ya otros me lo han platicado además), no solo no son indigentes, sino que tampoco son gente de escasos recursos, sino que hasta llegan en automóviles (no precisamente de los más baratos) al lugar, y otras muchas de estas personas, si bien parecen ser pobres y muy ignorantes, tampoco son indigentes.
Es cierto que hay distintos grados de indigencia, como, por ejemplo, quienes comen directamente de la basura, buscando en los botes, bolsas y cajas de desechos que buscan y se encuentran en las calles y hasta en el suelo. Este es el grado de pobreza y de indigencia más extremo que yo he visto directamente. Y hay también los indigentes que comen, al menos, de lo que otras personas les dan. A estos se les ve agolpados (yo no diría «agrupados», porque podría sonar a organizaciones, que en realidad no forman) en ciertos lugares de muchas ciudades, a lo que gente caritativa acude a donar alimentos, agua, ropa, usada por lo general, y algunos otros bienes de primera necesidad, como cobijas, sobre todo en los tiempos de frío.
Pero todos ellos tienen en común el hecho de ser tan pobres que no tienen un lugar donde vivir (ni siquiera un albergue), y por lo tanto donde ir a hacer sus necesidades fisiológicas y bañarse. Y este es un problema de salud muy serio, que mucha gente no indigente no parece tomar en cuenta. Y lo sé muy bien, porque yo fui indigente durante dos años, y sufrí y vi muy de cerca todo esto, y muchas otras cosas.
Un gran número de indigentes, padece problemas de drogadicción y/o alcoholismo y, por supuesto, como causa y efecto de ello a la vez, de depresión y muy baja autoestima, severamente.
Algo en extremo importante que yo aprendí, poco a poco, tras largos meses de ser indigente y convivir con ellos, es que la causa principal de la indigencia verdadera, y no de la falsa, es la nobleza de la gran mayoría de esta gente. Yo mismo nunca imaginé que fuera así, y me costó trabajo llegar a darme cuenta plenamente.
No soportan los abusos, porque su concepto y sus expectativas de una vida social (familiar e interpersonal en lo general) y laboral son más justas que las de la gran mayoría de las demás personas. Esperan algo mejor porque ellos ofrecen algo mejor, y al no recibir lo que ofrecen se decepcionan y se deprimen, y se «auto»marginan, alejándose de los demás.
Contra la gran mayoría de ellos, por ser muy pobres y escasos recursos para defenderse, muchas empresas comenten abusos, como no pagarles, discriminarlos y mal tratarlos injustamente. Esto lo he visto y lo he sufrido en carne propia muchas veces yo también, y hasta lo he publicado antes, en este blog, en cuanto a algunas de estas empresas, que en mi caso en realidad fueron menos injustas, pero insoportables, que como muchas otras acostumbran ser con la gente aún más vulnerable, como son en su gran mayoría estas personas.
A propósito, también se dice, injusta y falsamente, que los indigentes viven en la calle porque les gusta vivir así, y que no quieren vivir en albergues. Esto es falso de varias formas. 1) En realidad, no hay albergues suficientes y, por ello, la gran mayoría no son admitidos. 2) En todos los albergues en que yo he estado (y son casi todos los que hay en Guadalajara), se comete una gran cantidad de abusos muy serios contra los albergados, y por esto muchos «prefieren» estar en la calle, eligiendo el menor de los males.
Otra cualidad que distingue a la gran mayoría de indigentes, es su falta de atrevimiento, que está muy relacionada con su nobleza y su baja autoestima. La gran mayoría de indigentes, de indigentes verdaderos, no se atreve a pedir dinero en las calles, y no lo hace de hecho. Solo un porcentaje muy pequeño de personas indigentes se atreve a hacer esto, y por lo general lo hacen en casos de aún más extrema necesidad.
Esto, a primera vista, puede parecer contradictorio, y por ello hasta falso, por el hecho de que una gran parte de los indigentes recibe comida donada en la vía pública. A algunos de ellos les da, realmente, vergüenza formarse en la fila para ello, pero a la gran mayoría le avergüenza muchísimo más, insuperablemente, pedir comida o dinero de manera individual, esto es, casa por casa o en una esquina de alguna avenida a automovilistas, respectivamente.
Irónicamente, así, la gran mayoría de quienes piden dinero en las calles, no son indigentes realmente. Muchos de ellos son gente relativamente pobre e ignorante, como en el caso de mujeres jóvenes indígenas, que piden cargando un bebé de meses y llevan, además, un niño o niña de unos años, y que muy probablemente llevan ya otro hijo en el vientre. Y, sin embargo, pese a que es evidente que están en un serio problema, no son indigentes, porque es evidente que no viven en la calle. Esto es notorio por varias cosas: 1) No cargan con las pertenencias imprescindibles para vivir en la calle, que por lo general abultan y pesan mucho, sino que tienen un lugar donde dejarlas, que están rentando. 2) Por lo mismo, estas personas no están sucias, ni de lejos, como por fuerza lo están las personas en situación de calle. 3) Por lo general, estas personas, si bien piden dinero para obtener esos beneficios y otros que ya no son básicos, llegan a un grado de irresponsabilidad (al recibir todo donado), que se vuelven muy irrespetuosas con su entorno, y tiran la basura donde sea. Lo cual está lejos de ser lo típico en los indigentes.
Mucha gente tiene la falsa idea de que los indigentes son sucios, e incluso muy sucios, y esto es también muy injusto. Me di cuenta de esa mentira e injusticia porque cuando tengo donde bañarme, y cuento con tiempo bastante, me baño cuando menos dos veces al día, mientras que cuando estuve en la indigencia, llegué a estar sin bañarme hasta más de dos meses, y, por supuesto, no por haberme vuelto sucio, en la forma de ser, sino solo en la de estar, a mi pesar, no teniendo donde bañarme. Mi única opción, como la de muchos otros indigentes, era el río Atemajac, muy contaminado, pero a una distancia tal, que para mí era un extremo y doloroso esfuerzo físico llegar, con los pies muy lesionados tras cargar o empujar permanentemente, durante muchos meses o más de un año, mis pertenencias.
Por otra parte, la gran mayoría de los indigentes es muy respetuosa con el entorno en este sentido y en cualquier otro. Sé que uno de los problemas que los indigentes padecen con el gobierno, es que este considera basura sus pertenencias, y hasta se las tiran, arguyendo esa injusticia de tacharlas de basura. Sin embargo, los indigentes, con excepciones como en todo caso, hacen todo lo posible por no molestar a nadie (transeúntes, vecinos, gobierno), porque se saben muy vulnerables y necesitados, y han sufrido mucho a consecuencia de estas condiciones.
En el caso de algunas de las personas que piden dinero y comida en el nodo Patria Acueducto, sin decir ni hacer nada en contra de ninguno de ellos nunca, cuando dos muchachas indígenas que, con bebé y niño/a cada una pidiendo allí, me vieron recogiendo del suelo basura de la que ellas y otros de ellos allí dejan, comenzaron a tirar más basura, en esos momentos, adrede con el fin de disuadirme de seguir con ese ejemplo.
Otros dejan a diario excremento, en pañales, pudiendo llevárselo en una bolsa al retirarse del lugar. Sin embargo, lo dejan como por desprecio, o simplemente porque lo que obtienen, al pedir allí, no se condiciona a una buena conducta o higiene.
4. Quienes sí son indigentes, que son muy raros, así como otros que no lo son, piden para ellos mismos o algunos cuantos, mientras que yo lo hago con el objeto de beneficiar, de maneras definitivas o perdurables, a miles de indigentes. En los últimos meses he estado preparando un sitio web a este respecto, al cual publicaré pronto el enlace en este blog, con mucha más información.
Al mismo tiempo, estoy construyendo otro sitio para que múltiples escritores puedan vender sus libros digitales (ebooks) sin la censura que actualmente predomina en (¿todos?) los demás, y —muy importante también— recibiendo pagos justos y transparentes.
Mi intención es crear una asociación civil, para lo cual estoy reuniendo dinero para poder pagar un local y el acta constitutiva ante un notario público.
Esto, con el fin de poder pedir donaciones de manera más formal, que sean deducibles de impuestos para los donantes, y que me permita pedirlas por Internet. Por lo cual, por supuesto, mi intención no es pedir donaciones en la calle todo el tiempo, sino el menor tiempo posible; cuando mucho unos meses más, o menos preferentemente (estoy haciendo todo lo posible).
Con el objeto de crear un albergue para indigentes, muy diferente de los demás, completamente transparente en cuanto a lo que ocurre dentro, de tal modo que no pueda haber injusticias o que cuando menos puedan resolverse, pronto y del mejor modo posible.
Mi intención es que este tipo de empresa, no lucrativa, sirva de modelo de lo que antes he señalado en este blog y otros sitios, en videos y en texto, como la mejor opción posible para el progreso de cualquier empresa (incluso lucrativa), debido a los enormes beneficios de la honestidad en ella.
El proyecto implica que, para ello, haya cámaras de video por todos lados, con excepción de los baños, por supuesto, aunque con la opción de hablar públicamente respecto a cualquier abuso que haya visto o padecido allí.
Transmitiendo en vivo todo (imágenes y audio) a un sitio, del albergue, totalmente público en Internet. Donde cualquiera pueda supervisar, regrabar (además de lo grabado en el albergue mismo), opinar y señalar cualquier injusticia o mejora que crea posible. Y estimulando a todos los albergados y visitantes a hacer sus propias grabaciones de lo que allí ocurra; como, por ejemplo, el trato de los encargados a los albergados en cada momento, y de la comida y el lugar. Lo que quiero es que sea un albergue en el que yo, como director, haga exactamente todo lo que como albergado antes vi que hacía falta hacer; y esto hará una enorme diferencia, pero no solo para este albergue, sino también para otros que otros hayan creado o creen, o que yo mismo cree aquí y en otros lugares.
5. La basura que en el nodo estas personas dejan, sin duda genera quejas de los negocios de alrededores, de las que el único que enfrenta consecuencias de personas del gobierno insistiendo en quitarnos de allí soy yo.
6. No podría continuar mi trabajo si me fuera a otro lugar, pues estas personas, al verse expulsadas de allí, se irían detrás de mí, e independientemente de ello pronto otras personas llegarían al ver que ya está permitido en ese otro lugar, y además ya no tendría yo tiempo más que para estar denunciando al gobierno, e incrementando de este modo el riesgo de ilegales represalias en mi contra por parte del gobierno o de elementos de la policía, frente a tantas denuncias.
7. Mientras tanto, irónicamente, algunas de las personas que están llegando a vender o a pedir al lugar, me han estado tratando con hostilidad y hasta con agresiones bastante serias, pese a que en ningún momento yo las he tratado mal o las he criticado, ni he hecho alguna recomendación o alguna mala cara.
Mi reacción ante su presencia, ha sido siempre ignorarlos completamente. Sin embargo, muchos de ellos ya parecen sentirse con derecho de expulsar a otros por el hecho de que van más tiempo.
Hace unos meses, llegó a este sitio un grupo de vendedores de flores muy agresivos, que debido en parte a estar coaligados entre sí, se muestran con mayor atrevimiento de lo normal a correr a otras personas y hasta a cometer otros abusos serios.
Hasta ahora he visto a poco más de diez de ellos, en la glorieta y sus alrededores, habiendo a la vez cuando menos entre tres y cinco, y con frecuencia más.
Las conductas de varios de ellos, son tales que parecen estar bajo influencia de alguna droga estimulante, gritando y hasta bailando estrafalariamente ante los vehículos con el propósito de llamar la atención de la gente, pese a que muchas de las personas que van en ellos, desean aprovechar esos momentos para concentrarse en hacer algo en sus celulares, y son interrumpidas bruscamente.
Algunos de estos vendedores, insistentemente quieren abarcar la avenida Acueducto y la avenida Patria alternadamente, colocándose en una esquina, frente a la cual yo me coloco, limitándome a una sola de las avenidas.
A pesar de esa ventaja con la que actúan, y de que yo jamás me he mostrado en su contra, se han mostrado molestos y hasta enfurecidos por mi presencia, a través de todo este tiempo, y cada vez más, cometiendo múltiples abusos, como el de adelantarse bruscamente para interponerse entre mí y las personas en los vehículos y lanzar gritos molestos en esos momentos para disuadir a estas personas de donarme algo.
Esto ha llegado hasta el extremo de que me han robado una mochila, me han tratado de golpear y me están acosando en extremo varios de ellos al mismo tiempo, muy cerca de mí (a centímetros y a metros de distancia); como anteayer, por ejemplo, ocurrió por enésima vez.
Han llegado, crecientemente, hasta el extraño extremo de dedicarse más a tratar a impedir que yo consiga donaciones —o que siga yendo a pedirlas allí—, mediante acciones como las antedichas, que a tratar de vender flores, como si consideraran en extremo inconveniente para ellos mi presencia en el lugar.
Y esto, por supuesto, me intrigó mucho al principio, tomando en cuenta que jamás interferí de ninguna manera en sus actividades, ni en las de ninguna de las personas que piden allí.
Sin embargo, han sucedido al mismo tiempo varias cosas que parecen explicar lo que está sucediendo:
1. Desde poco después de que este grupo de vendedores llegó a este lugar, una noche, a la hora a la que acostumbraban dejar de vender flores en el lugar, como a las 20:30 horas (después alargaron su horario hasta las 9 o 10 de la noche), llegó una camioneta grande, en buenas condiciones, y se estacionó a unos dos metros de donde yo estaba, en la avenida Patria, y enseguida un vendedor de flores se acercó, se subió a ella en la parte de atrás y se fueron. En varias otras ocasiones esto volvió a suceder después. Lo que me hace pensar que se trata de su empleador, que pasa, a veces o siempre, a recogerlos al final de la jornada.
En otras ocasiones, pueden haber ido por ellos a otro lugar del nodo, al que yo no alcanzo a ver. Lo cual es muy probable teniendo en cuenta que muchas veces he visto que desde otro lado uno de ellos llama, con chiflidos, a otro como a esas horas, y se van juntos a ese otro lado, en el que pueden estar siendo recogidos por la camioneta.
Este hecho de que trabajan para una empresa, que muestra mayores recursos que ellos, puede estarlos envalentonando para cometer abusos por cualquier motivo, contra alguien a quien consideran solo y de escasos recursos. De hecho, considero muy probable que cuando esa camioneta se paró mucho más cerca de mí que de ellos para recogerlos, fue con el fin de exhibir sus recursos y que no están solos, sino organizados, con un fin de lucro.
2. He visto a todos ellos interrelacionarse como partes de un mismo grupo que persigue un mismo fin, en coordinación, y en complicidad cuando cometen diversos abusos, como, por ejemplo, al relevarse para tratar de impedirme pedir donaciones y al acosarme varios de ellos a la vez y uno tras otro, lo que tiene el mismo efecto de prepotencia que los hechos antedichos respecto a la camioneta.
3. Comenzaron a llegar a este lugar al mismo tiempo, lo que también confirma que forman un grupo, y que es por ello que pueden estar reaccionando con tal prepotencia.
4. Venden flores iguales y con envoltura del mismo color en los tallos. Lo que también hace pensar que forman parte de una misma empresa.
5. En varias ocasiones, me ha tocado ver que alguno de los vendedores de flores se saluda en voz muy alta, incluso a gritos, con muchachos tipo junior, conduciendo vehículos caros y cuyo aspecto, conducta y lenguaje, muy soez y como de drogados, parecen en extremo lejos de alguien que compra flores y muy cercano a los de quienes compran droga.
6. Cuando alguno de estos vendedores procura vender en el mismo lugar que yo al mismo tiempo, lo cual es casi a diario, con frecuencia conductores al donarme se despiden diciéndome «cuídese mucho». Y a menudo ellos y otros al ver acercarse a uno de ellos me da algún dinero como tratando de desanimarlos, incluso llamándome.
Esto me ha hecho pensar que estos conductores han visto u oído algo que hasta ahora a mí, hasta cierto punto y en cierto modo, se me ha ocultado: que quienes venden flores en este lugar, no venden solamente eso, ni principalmente, y que las flores son en realidad un intento de disimular otro tipo de ventas, más lucrativas, pero ilegales.
7. La forma estrafalaria de vender que algunas de estas personas usan, con gritos y bailes como de locos y como de euforia, no solamente hacen pensar que están drogadas con algún potente estimulante, sino que además deben estarla llevando a cabo con el objeto de comunicar, subrepticiamente, a sus prospectos que, aunque utilizan las flores como tapadera, venden droga, y que produce esos efectos de «felicidad» extrema; intentos de anunciar qué es lo que venden y a la vez de convencer de su gran «calidad» (sin hablar del daño enorme que producen). Es como decirles: «¡Mira cómo ando! ¡¿Te gustaría andar también así?! ¡Pues aquí traigo lo que necesitas!»
8. Lo anterior explica por qué les molesta tanto mi presencia, puesto que aunque nunca fui agresivo, ni grosero con ninguno de ellos (hasta el día en que sus agresiones ya fueron extremas y me tuve que defender cuando me robaron y trataron de golpearme), y respondí siempre a sus saludos, nunca he saludado, por iniciativa propia a ninguno de estos vendedores ni a quienes van a pedir allí, en parte porque no quiero que pueda interpretarse como que los llevo o los atraigo a este lugar, y en parte porque sé que ello, independientemente de esas apariencias, de hecho atraería a estas personas, reduciendo mis entradas, y de las maneras ya antes aquí señaladas, esto es, siendo muchos de ellos vendedores, (y, por lo que puede deducirse de los hechos aquí señalados, de ilícitos), abusivos y delictivos al menos robando, y otros muchos vividores y no indigentes o que piden para fines personales o de unos pocos.
El hecho de que yo no les haya mostrado simpatía en ningún momento, les ha hecho pensar que no pueden vender con completo descaro las drogas allí, sino a escondidas y, de esta manera, con resultados inconvenientes en sus ingresos, aparte de riesgos de que los denuncie.
9. El 5 de septiembre, sin que yo haya agredido a ninguna de estas personas ninguna vez de ninguna manera, dos sujetos me robaron una mochila, mientras pedía donaciones allí, de tal manera que un conjunto de hechos me hace suponer que fueron parte de ese grupo de vendedores, como relato a continuación, comenzando con antecedentes de varios días:
El sábado 31 de agosto, comencé a pedir donaciones en la glorieta a las 18:38 horas. En ese momento, en que yo acababa de llegar, noté que estaba estacionada enfrente una patrulla de la Policía Municipal, al parecer de Zapopan, fuera del distribuidor de automóviles GWM Acueducto, como si hubiera habido, o hubiera, un problema de seguridad.
Minutos después, una mujer, de unos 50 años de edad, complexión con sobrepeso, e indumentaria de aspecto indígena, y al parecer vendedora de flores, llamó a los agentes de la patrulla desde el cruce de Patria con Acueducto en que hay un terreno baldío muy grande, y frente al cual, desde hace algunos meses, ha habido uno o varios de los vendedores de flores, cuando menos por las noches.
Desde lejos, la mujer hizo a los oficiales una seña apuntando al lugar en que ella estaba, y como queriendo decirles que allí se encontraba alguien a quien buscaban. Enseguida, desde la patrulla dos agentes, uno del sexo masculino y la otra del femenino, se dirigieron, a pie, hasta ese lugar, a unos 40 metros de la patrulla.
Esa misma noche, el vendedor de flores que con más frecuencia se coloca procurando acaparar el lado de Acueducto frente al Cinépolis y la parte de Patria en la que yo me pongo sobre el nodo, y que se trata de un muchacho de unos 30 años de edad, o poco más, complexión delgada, 1.65 m de estatura aproximadamente, tez morena y cabello negro, a quien más recientemente oí que alguien llamó «Fer» (por lo que tal vez se llama «Fernando»), y que tiene por costumbre decir en voz alta «¡hey!» múltiples veces cuando camina entre los carros y frente a ellos, para llamar la atención de la gente, estuvo más agresivo que de costumbre.
Hasta el punto de que en un momento en que el conductor de un vehículo estaba buscando entre sus pertenencias dinero para donarme, tal vendedor se acercó rápidamente por el otro lado, mientras le era muy visible que yo estaba allí y lo que estaba ocurriendo, y dijo al conductor, rápidamente y en voz alta, como 5 veces «¡flores!», con la intención, obviamente, de molestarlo y disuadirlo de hacer lo que estaba haciendo, obligándolo a decirme «ahorita no», con un gesto como añadiendo: «No se puede, lo lamento».
Enseguida el vendedor se fue.
A pesar de que ha tenido por costumbre, este muchacho, ir a vender al lugar cuando menos de lunes a sábado, no lo volví a ver por allí durante varios días.
El jueves 5 de septiembre, poco antes de llegar al nodo vi que un muchacho, se alejó de otro desde entre unos arbustos, corriendo, unos 25 metros, hasta el lugar al que yo me dirigía y en que acostumbro ponerme a pedir donaciones, esto es, en la avenida Patria en el cruce con Acueducto que está más cercano a Plaza Pabellón.
Se puso a pedir donaciones en ese punto, y entendí que había corrido a ese lugar como con la intención de hacer pensar que ya estaba allí cuando yo llegara.
De inmediato me llamaron la atención varias cosas de él:
1. Llevaba puesto un cubrebocas negro grande, de los que cubren casi toda la cara, dejando al descubierto solo parte de la frente (el cabello le cubría una parte) y los ojos; lo cual, por supuesto, es un uso muy raro actualmente y desde hace ya tiempo, tras la pandemia.
2. Fue totalmente evidente, desde que llegó, que su único objetivo en el lugar era impedirme obtener donaciones, porque caminaba a toda prisa e incluso corría para adelantárseme ante cada uno los vehículos, a que veía que yo me dirigía, y, aunque allí se forman tres filas de carros, al ver que me cambiaba yo de fila él se cambiaba también de inmediato para adelantárseme otra vez e interponerse.
3. Hablaba usando un acento indígena y expresiones que sonaban muy fingidos, obviamente falsos, con voz muy alta y con ademanes exagerados, como para llamar la atención al máximo.
4. Aunque el sujeto portaba una mochila, esta se notaba como inflada de cosas livianas: ropa u otra tela muy ligera, como una cobija pequeña o frazada, como para aparentar un poco, ante gente no conocedora a este respecto, que se trataba de indigente.
Tras estar unos dos años en situación de calle, sé muy bien que cualquier persona que de verdad está en tal situación, normalmente carga ocho kilos o más (de cosas esenciales), y que tal peso es notorio, aproximadamente, en la forma de moverse estas personas, tanto más cuanto con más rapidez se mueven o tratan de hacerlo.
5. Se movía, este sujeto, con tal rapidez a pesar de que no era delgado, que (además de que ello permitía notar que la mochila que portaba era liviana), era muy notorio que no era indigente, pues estos normalmente son comparativamente lentos, debido a una combinación de factores: casi todos están malnutridos, y la mayoría incluso desnutridos al mismo tiempo; la mayoría a menudo duermen mal o insuficientemente (debido a diversos problemas que frecuentemente se tienen cuando se duerme en la calle); la mayoría es adicta o a drogas (con frecuencia a varias, incluso contrarias entre sí: estimulantes y sedantes) o a alcohol o a tabaco, o a dos o a todas las de estos tres tipos; la mayoría carga y ha cargado, durante horas ese día, y durante meses o años, un peso de 8 o más kilos de sus pertenencias; la mayoría padece una o varias enfermedades (entre las que se incluye la depresión) y lesiones, en gran parte derivadas de los diversos problemas que son consecuencias de su situación de calle.
Con solo alrededor de 30 años de edad. 1.67 metros de estatura aproximadamente, tez morena, un poco lleno de complexión, cabello negro y un poco largo y bigote.
6. Su edad y condición también son cosas que inmediatamente llaman la atención en alguien que pide dinero. Es extremadamente raro ver a una persona de esa edad y condición y salud físicas pidiendo dinero, a menos que muestre un letrero que dice algo como que es un migrante que va de paso; sin embargo, este sujeto no mostraba ningún letrero, sino que solo pedía dinero, supuestamente «para comer».
7. Se veía tan limpio como cualquier otra persona que tiene un lugar en el cual bañarse y lavar su ropa, calzado y mochila.
8. Como muchas otras veces he dicho, los indigentes, en su gran mayoría, no son ladrones, y los que lo son lo son de forma ocasional y oportunista. En cambio, la forma en que este sujeto y el otro —con el cual él ya estaba un rato antes, cuando llegué— me robaron una mochila, hace evidente que lo planearon, tomando en cuenta el lugar, el tiempo, el modo y circunstancias, y que al menos uno de ellos, u otro que habló con detalle con ellos, conocía todo ello tras observaciones de muchos días.
Ese día, cuando ya había oscurecido, noté que tras un arbusto, a uno 8 metros de donde yo estaba en ese momento, y como a 5 metros de donde yo tenía una pequeña maleta y una mochila con diversas pertenencias necesarias, estaba un muchacho agachado, de frente a mí, como escondido y acechando. Sus características eran prácticamente las mismas que las de «Fer», o Fernando, el vendedor de «flores» antedicho: moreno, delgado, de cabello corto y negro, y era el mismo del que, desde unos 40 metros, vi —al llegar ese día a la glorieta— alejarse al que ahora allí estaba pidiendo.
Unos pocos minutos después, tras haberme movido unos 15 metros hacia otro lado de la orilla de la glorieta al pedir donaciones, cosa que es normal hacer en estos casos para recorrer por un lado los carros estacionados por unos momentos frente al semáforo, al regresar vi que no estaba mi mochila ya.
Volteé hacia el lado en el que había visto al muchacho escondido tras un arbusto y lo vi ahora corriendo con mi mochila, como a media cuadra ya de mí. Corrí de inmediato hacia él, pero al voltear atrás vi que el otro sujeto, el que estaba pidiendo dinero, estaba agarrando mi maletín, para robárselo también.
Regresé rápidamente, soltó el maletín y corrió —unos 20 metros antes de que yo llegara a donde estaba—, metí en este el bote y el letrero que uso al pedir donaciones y la botella de agua, y, cargando el maletín (de unos 5 kilos), lo perseguí, comprendiendo que se trataba, obviamente, de un robo concertado entre los dos, en el que este tenía por objeto no solo robarse esta parte de mis pertenencias cuando yo corriera tras el otro, sino además distraerme lo más posible, sin despertar demasiadas sospechas, para que el otro pudiera iniciar el robo, con mi mochila.
Lo alcancé unas tres veces y le dije que me devolvieran la mochila o llamaría a la policía, con el fin de que llamara a su coautor y me la regresaran. Reaccionó tratando de golpearme y maltratando, sin fingir ya la voz ni el acento, aunque habiéndose bajado el cubrebocas para respirar mejor.
Al llegar a la gasolinera Gasmex, en la avenida Real Acueducto, a unas dos cuadras de la glorieta, llamé al 911 y llegaron agentes de la Policía de Zapopan, ante los cuales el sujeto volvió a cambiar la voz y a darle acento indígena.
El sábado 14 de septiembre, 9 días después del robo, regresó «Fer» al nodo vial Patria – Acueducto, o cuando menos a la parte de este que yo alcanzo a ver, como a las 18:30 horas, unos pocos minutos después que yo, por lo visto a acosarme exclusivamente, con otros sujetos, que yo no había visto.
En lugar de ponerse a tratar de vender alternando entre las avenidas Acueducto y Patria, como antes lo hacía habitualmente, esta vez «Fer» estuvo casi todo el tiempo en la avenida Patria, junto a mí; parándose detrás de mí, a menos de dos metros de distancia, pasando varias veces por un lado a unos pocos centímetros, y estando la mayor parte del tiempo, hasta que se fue, minutos antes de las 20:00 horas, a unos metros detrás de mí, sin hacer más que estarme acosando, y por ratos con otro sujeto, que yo nunca había visto; es decir, con la implícita amenaza de que cometieran en mi contra alguna otra agresión.
Dentro de ese lapso en que este vendedor estaba allí, un tercer muchacho, de unos 23 años de edad, y que yo no había visto nunca, de repente en silencio pasó por un lado de mí, casi rozando con su brazo el mío, caminando desde atrás, lo cual allí —si bien no es imposible— es totalmente anormal, tomando en cuenta que en este nodo, al estar rodeado por dos anchas avenidas de abundante tráfico de vehículos, el paso de peatones es muy raro.
Esa noche, una muchacha, de unos 25 años de edad, y al parecer vendedora de flores, pasó cerca de allí y llamando «Fer» a dicho vendedor le preguntó enfadada acerca de sus flores, añadiendo que «eran cuatro», como si acabaran de robárselas.
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(4) Mi integridad está en serio peligro. Acerca de quienes venden «flores» y piden en el Nodo-vial Patria Acueducto
martes, 17 de septiembre de 2024
(3) Mi integridad está en serio peligro. Acerca de quienes piden y venden en el Nodo-vial Patria Acueducto
lunes, 16 de septiembre de 2024
(2) Acerca de quienes piden y venden en el Nodo-vial Patria Acueducto
jueves, 12 de septiembre de 2024
(1) Ayer me robaron y trataron de golpear
https://robertopatron.org/index.php/2024/09/07/1-ayer-me-robaron-y-trataron-de-golpear/
viernes, 6 de septiembre de 2024
Respaldos de estas publicaciones:
Sep-30-2024
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